
Fue una despedida íntima, de las que me gustan. Sólo nosotros y él. Nadie rompiendo el paisaje ni el silencio.
Y, como siempre, fue una escapada curativa. Puede que esta vez no me haya ayudado a aclarar mi mente, pero al menos me devolvió a casa con una sonrisa. Y eso nunca sobra.
1 comentario:
Qué estampas tan bonitas deja el otoño... Una preciosa despedida.
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